Parece que fue ayer y ya han pasado 10 años desde mi primera Cuerva Literaria. Pensé en hacer algo para rememrar esa década, pero como digo en el escrito que dejo, anduve algo perdida, entonces mi madre volvió a la memoria de la que nunca se ha ido. Al día siguiente, 10 de agosto, era el quinto aniversario de su muerte, y a ella dediqué este aniversario...
PRESENTE AUSENCIA (Todo es
un oxímoron)
Confieso que anduve perdida estos últimos
días, como si las palabras se volvieran impronunciables y las letras solo
fueran garabatos sin destino. Quizá sea eso que llaman la página en blanco, Pensé en invocar a la musa Caliope. Dudé de si acudiría a mi llamado y paciente, la aguardé, por si
con su retórica me envolvía en el suave tono de un poema, relato, pensamiento u
ofrenda. Me aposté en la trinchera del verano y elevé la vista al cielo. Las estrellas
trazaban el camino de un avión en su vuelo a destino. La noche dibujaba sombras
sobre mi casa. Los pinos tejían una red que se movía por una brisa apenas
perceptible, y todo emanaba un fuego que no purifica nada. Y de pronto la silueta de Caliope, la musa de la bella voz,
se dibujó sobre las paredes blancas. La vi sentada frente a un
pergamino, su mirada perdida en el horizonte del Cerro de la Encarnación. Se de
ella que, aunque inmortal, conoce el dolor de la pérdida de los mortales que la
invocan. Calíope comenzó a hablarme. Su voz melodiosa, susurrando cada palabra,
y yo me aferré a lo que me dictaba como el naúfrago a una tabla carcomida por
el vaivén del agua.
En
el silencio de la casa vacía,
Las
paredes guardan secretos,
susurros
de conversaciones pasadas,
Sus
pasos, que una vez marcaron caminos,
ahora son ecos en pasillos vacíos.
Su
perfume, etéreo, aún flota en el aire,
como
un fantasma dulce y melancólico,
En
la cocina, su delantal cuelga inmóvil,
testigo
mudo de tantas comidas compartidas,
de
manos que amasaban amor en cada bocado.
Y
mesas siempre dispuestas.
Flores
de papel creadas por miedo al silencio,
Horas
y horas robadas al sueño,
Evitando
las pesadillas de siempre.
fuiste
la heroína de una epopeya truncada,
Y
aquí estoy, blandiendo contra el olvido mi pluma-espada.
Oh,
madre, estrella fugaz en mi firmamento,
tu luz, aunque extinta, aún me guía.
En este mundo de asfalto y cemento,
donde
la prisa consume cualquier espera.
Intenté no llorar. Busqué con la mirada los ojos de mi
gata Prosa, y comprendí que era como si ella siempre hubiera estado cerca.
Calíope, satisfecha con
su creación, sopló suavemente sobre el pergamino. Las palabras cobraron vida,
elevándose en el aire como notas musicales que fueron deslizando el velo de la
noche. La musa sonrió, sabiendo que había cumplido su propósito. Sus palabras
había capturado la esencia de un amor que trasciende la muerte, un recuerdo que
permanece vivo y vibrante en el corazón de quienes aman. Calíope sabía que, a
través de la poesía y la elocuencia, podía dar voz a los sentimientos más
profundos del alma humana, transformando el dolor en belleza y el recuerdo en
un homenaje eterno…
De repente apareció de nuevo, ante mí, el recuerdo que
siempre estuvo, porque la ausencia pesa
como losa inevitable. Nunca sabemos del todo la falta que nos hacen,
hasta que no hay Madre tras los sueños. Cuando creemos tener tiempo, se rompen
los relojes dejando a las horas echas trizas por los días que ya no
serán, en mi caso por culpa de un verano
roto que se repite, y es mañana. Y además de este aniversario de ausencia, en unos días cumpliré años sin los suyos, el mismo día y el
mismo mes, por eso sigo creyendo que no existen las causalidades, porque hace
años una historia singular se tejió con hilos de
tiempo y destino. Una madre, la mía, y una hija, yo, unidas no solo por la
sangre, sino también por la magia de un día y mes compartido, como si el
universo hubiera querido marcar un lazo especial entre nosotras.
Y de pronto la percibí.
No era un fantasma, ni un espejismo, sino la esencia misma del amor que
persiste más allá de la vida, y comprendí que el silencio no es un adiós. Es un
nuevo lenguaje que aprendemos juntos, ella desde su eternidad y yo desde mi
tiempo prestado. Su ausencia se ha convertido en una presencia constante, en
esta danza entre lo visible y lo invisible, entre el recuerdo y la esperanza,
descubro que el amor de una madre trasciende las fronteras de la vida y la
muerte.
Barrax, 9 de agosto,
2024
Cuerva Literaria.