Salón de palabras

Bienvenido/a. Has abierto una puerta a un mundo mágico. La Voz de los Días tiene la facilidad de convertir la cotidianidad en sueños posibles, de hacernos ser lo que siempre hemos querido ser; volar con la libertad de un pájaro, dejar que la imaginación nos lleve a aquellos lugares que nuestro cuerpo no se atreve, o a veces no puede... En definitiva, ser nosotros. Leerme - me permito lector/a ser osada-, será para ti la prueba de que la Palabra consigue, y en este rincón especial al que has llegado, que poco a poco te quedes atrapad/a y no quieras seguir dando vueltas en busca de lo que ya has encontrado... En este libro cualquier sensación se parecerá más a un sueño que a una posibilidad. Ponte cómodo/a... Y si quieres conseguirlo, tus deseos son órdenes.


viernes, 15 de agosto de 2014

Fragmento de "EL"

Imagen de Gustav Klimt

"La Voz de los Días" Un libro que nos incita a leer.

Hoy, un pequeño fragmento de la primera sección "cuentos cotidianos" 



 EL
Destino I

Las frías calles se envolvían en un silencio helado y opaco, como los ánimos que deambulaban taciturnos entre la escarcha. Él, reposaba los sueños entre cartones y periódicos atrasados que recogían noticias de situaciones anónimas y, otras, le recordaban tiempos mejores. Poco a poco, el bullicio se acercaba con pasos ruidosos a su almohada de mármol. No tenía reloj; ni falta que le hacía. Cada hora estaba marcada sin agujas en el transcurrir de la ciudad. Tantos años de descanso furtivo, de hogar entre los soportales de la tristeza, le habían convertido en un observador donde poco se escapaba a su precisión de vagabundo reinante de la calle. Se desperezó con los ojos habitados de legañas. La gata, compañera de comidas rebuscadas y abrazos de nieve, arqueaba el lomo a su lado, maullando los buenos días. Dobló cuidadosamente las sábanas acartonadas y las venció hacia la pared. Las mantas se doblegaron con mimo, enlazadas con la correa roída que aquél lejano año ella le regaló por Navidad. La cesta de plástico llegada de la China, mantenía en su interior, con el mimo impreciso de una caricia, la ropa escasa y descosida que aún conservaba etiquetas caras en su revés...