Me han regalado una fotografía. El libro cruza los caminos, las veredas y el país. Se encuentra acunado entre las manos y descansa la voz en los lugares más íntimos del lector. Pero, sobre todo, me regalan palabras que circundan mis sentidos y me llenan de una alegría inmensa y nada ególatra; al contrario, me están recordando que, como decía Walt Whitman: "Las palabras sí pueden cambiar el mundo". Al menos el sensorial, el solitario, el que ha puesto realidad a mi ilusión primera. Aquella que nació en mí cuando comencé a soñar que era posible llegar, desde las palabras, al corazón de las gentes. Escribir desde uno mismo, como en mi caso, es traspasar, también, esa delgada línea que separa la ausencia del recuerdo y, sobre todo, que permite entregarse para ayudar al lector a pensar leyendo; escudriñar entre los renglones y buscarse en cada línea. Porque como ya advierto en la sinopsis "los lectores deben saber que de las historias en él contenidas, soy yo, eres tú, es él, sois vosotros, son ellos los protagonistas..." Y también digo que hay que leer y releer, porque sabía lector que tú, también, ahondarías en cada palabra; de alguna manera diseccionarías a los personajes y entrarías, sin ruido, en sus historias, para entender qué hay más allá de una primera lectura sobre sus vidas. Sé que no es tan fácil como a priori parece, porque hay mucha, mucha tela que cortar antes de hacer un traje de palabras…y que has comprobado que es un libro para llegar al otoño, calentarse en el invierno y volver sobre la primavera de tantas vidas que no terminan con el verano...
Poco a poco iré dejando aquí algo que es más que comentarios. Son impresiones, sensaciones sobre un libro que me está dando hermosas alegrías y son, por encima de todo, comprobar cómo he sido capaz de ir creando ilusiones que van más allá de la mera satisfacción de haber impreso las palabras.
Gracias.
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