Salón de palabras

Bienvenido/a. Has abierto una puerta a un mundo mágico. La Voz de los Días tiene la facilidad de convertir la cotidianidad en sueños posibles, de hacernos ser lo que siempre hemos querido ser; volar con la libertad de un pájaro, dejar que la imaginación nos lleve a aquellos lugares que nuestro cuerpo no se atreve, o a veces no puede... En definitiva, ser nosotros. Leerme - me permito lector/a ser osada-, será para ti la prueba de que la Palabra consigue, y en este rincón especial al que has llegado, que poco a poco te quedes atrapad/a y no quieras seguir dando vueltas en busca de lo que ya has encontrado... En este libro cualquier sensación se parecerá más a un sueño que a una posibilidad. Ponte cómodo/a... Y si quieres conseguirlo, tus deseos son órdenes.


martes, 31 de mayo de 2022

ADIÓS, NICOTINA, ADIÓS (día mundial sin tabaco)


Los Pulmones se habían reunido de urgencia en el gabinete de crisis.

La situación que les contemplaba, no permitía dilación alguna. Hacía tiempo que deberían haber tomado una decisión que les permitiera a ellos, y a otros congéneres, salir airosos de la lúgubre caverna en la que se habían ido metiendo —por culpa de su falta de sentido común—, que había derivado en dependencia y rebeldía.

Pero aún estaban a tiempo. El mal ya estaba hecho; en mayor o menor medida, pero si se unían, la fuerza les haría ganar la batalla a la encarnizada guerra que se estaba librando en sus dominios.

La cosa no pintaba bien. Todo era negro —como futuro incierto—, porque el sistema que les gobernaba les había dejado fuera de combate. Sin reservas para vivir con la calidad necesaria, ni fuerzas suficientes para plantarle cara a los desafíos de una vida, a veces tan alegre y sana, y otras, tan abocada a los malos humos.

La Nicotina, enemiga acérrima desde que le abrieron las puertas de su intimidad, les estaba jugando muy malas pasadas. No solo les hacía perder cantidades importantes de los exiguos ingresos que entraban por la puerta sino que se jugaban, a la carta más alta, la salud que se escapaba por la ventana, como ladrón descubierto llevándose la plata.

Cuando llegaron a la asamblea convocada, la Bronquitis y el Asma se situaban en los sitios habituales que por años venían ocupando.

Se esperaba —aunque en realidad no le querían ver aparecer—, al Cáncer. Era duro de pelar. Sabían de lo traicionero que podía ser, de lo nefasto de su comportamiento. —Ojala se arrepienta y no venga.  —Mascullaban las lenguas de papilas apagadas, entre feas dentaduras.

Quién primero tomó la palabra, era una mujer de cabello teñido de azul. Usaba gafas de concha  que escondían ojos vivaces, algo miopes. Hacía años que convivía con los reunidos. No en vano, desde que acabó la carrera de medicina, Doña Amparo no era sino eso: amparo de todos y todo. El remedio de los males y el consuelo de los malos.

Había sido su primer destino el pueblo donde aún seguía. En él, hacía años que había situado su cuartel general. Era buena en lo suyo. Se aferraba al fonendoscopio en un ir y venir del enfermo al sanado, con precisión de  relojero. Y, como ella decía: —más vale lo malo por sanar, que lo sano por enfermarse. Y, ahí estaba, presidiendo la mesa. Con mirada inquisitiva y disposición entrenada por años, para dar un golpe de efecto que acabara con la rebelión que atacaba por todos los frentes. ¡Porque buena era ella. No sabían los reunidos a quién se habían enfrentado.

—¡Se acabó! —Dijo arrojando las cajetillas de tabaco a la canasta de los deshechos.  A partir de ahora, el Oxigeno os dará las pautas que tenéis que seguir. Yo, estaré al frente de la contienda. No quiero deserciones. Acabo de decretar un estado de emergencia. Por consiguiente; un  estado de alarma, estado  de excepción y estado de sitio. Así que, firmes, y a entregar las armas.

Los Alveolos aplaudían. En su fuero interno, admiraban a esa mujer que, tantas veces, les había recetado remedios para su ahogo en tiempo de crisis.

Quienes musitaban casi escondidos entre la enfermedad —por vergüenza, reconocerían más tarde—, eran las Disfunciones Eréctiles. Tantas veces en tela de juicio y anunciadas, sin reserva, en los paquetes ahora abocados al abandono. Gracias al golpe de efecto de Dª Amparo.

Algunos adictos acérrimos a la Nicotina, se resistían a aceptar el estado decretado por la doctora. Le acabaron recriminando que, ahora, el tiempo se les eternizaría. Sabían que cuando tratan de abandonar su hábito tienen distorsionada la percepción del tiempo y sienten que éste discurre más lentamente; temiendo padecer después otro mal de difícil cura: El Aburrimiento.

Doña Amparo, no se amedrentó.  Toda calma mental y visión profunda, puso de manifiesto la solución en forma categórica de verbal receta.

—Si se os hace largo el tiempo, escuchar música, hacer encaje de bolillos… O piruetas... Cualquier cosa antes de seguir fumado. Porque el tabaco, ya se sabe… Ni siquiera os deja gozar, saborear, oler, y, menos aún, respirar. No quiero volver a ver el color macilento en vuestros rostros.

La Bronquitis, el Asma, la Carraspera y las Disfunciones Eréctiles, dejaron sobre la mesa y por escrito, su renuncia al tabaco.

Las Lenguas —a veces de doble filo—, salieron comentando a las Papilas que pronto se volverían gustativas.

El Olfato se arrellenó en el sillón. Tenía ante sí la pronta revolución de los aromas.

La Nicotina había perdido una importante batalla. Lo tenía claro.

Pero Doña Amparo tendría que luchar duro para ganar la guerra recientemente declarada contra el abuso ejercido por el Tabaco; la devastación causada por sus aditivos, y el interés —económicamente desmedido— de las tabacaleras.

De mi libro "La Voz de los Días"

M. Carmen Callado