Crónica del día:Escucho continuamente a gente escritora que para poder escribir hay que leer mucho, pero no hay nada más confuso que leer tanto para entender cada vez menos de lo que pasa en la calle, por las mentes, con los políticos, con las guerras y los fracasos, con el poco entendimiento, con... todo. La contradicción, la mentira, la desinformación, el despropósito, los bulos... Están ahí fuera, en los encuentros con amigos o conocidos, en los periódicos, las redes, los telediarios, las opiniones, los escaparates de plasma...
Por eso, voy a seguir leyendo, porque hay un mundo de realidades y verdades posibles en cualquier LIBRO y la mentira puede ser tan ficticia que bien puede ser creída, sin que duela. Y sigo comprando libros (aunque no me de la vida suficiente para leer todo lo que quisiera). Ayer cuatro joyas (creo) bilingües (porque en casa el gato Jorgete maulla inglés): John Donne - Aire y ángeles (Antología) Thomas S. Elliot-La tierra baldía. Fernando Pessoa-Las voces que me dicen. Stéphane Mallarmé-Una tirada de dados. Sobre todo porque mañana es el día de la Poesía y porque leo hoy a Luis García Montero, que dice, al respecto de la Poesía que: “aprendamos con ella que el sentido de la vergüenza es una virtud pública…No estaría mal aprovechar el día de la poesía para recuperar el pudor. Desde luego sería un primer paso evitar que las críticas se redujeran al insulto zafio o la mentira burda”. (fuente InfoLibre)
Cualquier libro, incluidos estos de reciente adquisición, podrán ser entendidos, en la profundidad de lo que esconden, como cualquier otro de temática diferente, claro, así como entendemos o confundimos la vida que nos pasa por encima. Por eso intento leer, pero me encuentro que también me pierdo en una sociedad fallida, porque cuando la gente da una opinión que no le pertenece, la opinión es un ente ajeno al individuo, que nos lía y confunde, que depende a quién leamos; pero que ni la verdad puede que la esté contando al que le damos credibilidad, ni la mentira es la verdad de quién la inventa y nos creemos…
¿Entonces qué hacer para no confundirnos, ni decir lo que no debemos o lo que no sabemos, o tan solo lo que nos convenga decir para confundir a quién nos lea?…No seré yo quién tenga la solución, porque me faltan centurias de lecturas para entenderlo, pero si hay algo que encierra mucha verdad, y ha llegado a convertirse en sabiduría popular es la reflexión de Aristóteles cuando dijo: “el hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”
Pues eso… Pero sigamos leyendo.
Carmen Callado,
La Voz de los Días.