Tantas veces le he visto quitarse la ropa,
que ya ni me sorprende. Pero es un hecho su completa desnudez, sin pudor, ante
tantas miradas. Aunque le lleva su tiempo, porque un calendario que se
precie no coquetea con la frivolidad de un desnudo desinhibido y rápido, ante
cualquiera. Es como si prefiriera insinuar más que mostrar su cuerpo tatuado de
números y fechas que, a su vez, dejan a la vista las muescas que le
graban las esquinas dobladas por las que ha visto pasar sus días. Ni más ni
menos que 365, o 366 si el calendario se levanta bisiesto y le regala unas
horas más a febrero que, sin embargo, seguirá siendo el más pequeño de la hoja.
Sea como fuere, el caso es que se nos acaba otro año más en todo, 2022 cumplió
su cometido. Aunque no quiero pecar de aguafiestas, pero más que acabar, se
escapa, porque a quién más y a quién menos, se nos escapan momentos,
oportunidades, sueños... y cada vez tenemos más días y menos tiempo… Por
eso, como la ocasión la pintan calva, y ya que esto de desear
buenaventuras de fin de año es tradición, que mejor ocasión para no perderse en
tonterías y que afloren los mejores sentimientos, sin resentimiento, y un deseo
que lanzo al viento y es que en 2023 yo pueda seguir poniendo voz a los días,
porque hay mucha vida que seguir contando.
Que el año que comienza sea para todos como cada quién en sus sueños quiere lograr y la Salud nos ayude a seguir junto a calendarios que se quitan la ropa y la vergüenza...
Y la Paz, por favor, la Paz...