Salón de palabras

Bienvenido/a. Has abierto una puerta a un mundo mágico. La Voz de los Días tiene la facilidad de convertir la cotidianidad en sueños posibles, de hacernos ser lo que siempre hemos querido ser; volar con la libertad de un pájaro, dejar que la imaginación nos lleve a aquellos lugares que nuestro cuerpo no se atreve, o a veces no puede... En definitiva, ser nosotros. Leerme - me permito lector/a ser osada-, será para ti la prueba de que la Palabra consigue, y en este rincón especial al que has llegado, que poco a poco te quedes atrapad/a y no quieras seguir dando vueltas en busca de lo que ya has encontrado... En este libro cualquier sensación se parecerá más a un sueño que a una posibilidad. Ponte cómodo/a... Y si quieres conseguirlo, tus deseos son órdenes.


lunes, 5 de diciembre de 2016

HAY SALIDA Relato incluido en la antología"No me silencies, escúchame"



El pasado 25 de noviembre estuve en la Universidad Carlos III de Madrid, Campus de Getafe en la presentación del libro solidario "No me silencies, escúchame". "Hay salida", es el relato incluido en su antología. Un relato que duele, pero también se escribe de Esperanza, porque me niego a narrar la muerte de una sola mujer a manos de un maltratador.

HAY SALIDA
(Aunque se pierdan los besos)

¿Dónde están los besos? Aquellos tan dulces no los encuentro. Los busco en la noche, bajo la almohada, sobre los labios, entre los pliegues del cuerpo. He mirado esta mañana en la alacena, por si tras las ollas desconchadas me encontraba alguno. En el salón tampoco están. Ni en el espejo del baño se reflejan. Ni uno solo.  No puedo creerlo; pero los he perdido. ¿En qué momento perdí tus besos? ¿O, acaso eres tú el que los has escondido? Sí, eso es. Ahora lo entiendo, dándome de bruces con la realidad. Has quitado los besos de todos mis rincones.  Aquellos que lamías, mientras me susurrabas, tierno, que yo era el amor de tu vida. Y yo siempre te respondía que tú eras el mejor corazón para la mía.

No sé  si reír, como puede hacerlo la cordura, o llorar de nuevo, por la locura en la que esto se ha convertido. Ahora visto con trozos de piel morada, como una fina muselina entre mis muslos, y una mirada acuosa continuamente deslizándose por los brazos que abrigo en verano, para que nadie vea tus huellas marcadas ¡Huellas, qué ironía! Donde antes estaban ellos: tus besos. Sí, todo se me hace más nítido ahora, que vuelvo de un reposo no deseado  y me invade el frío de nuestra alcoba revuelta, y el llanto  que aún se escurre por las paredes, me presenta la dura realidad.

Pronto volverás. Ninguna orden de alejamiento se aleja lo suficiente nunca y, cuando regreses, puedo yo romperme entera, para siempre.

Por eso te lo dejo escrito. Siempre decías que se me daba muy bien escribir cuentos para los niños, y que podía hacer emocionarse a muchos, con mis palabras. Me voy con ellos, porque, ahora,  donde mejor están, es con su madre y tú, tú no eres quién para quitarles ese privilegio. Yo nunca los utilizaría contra ti, porque los hijos nunca deben ser usados como arma arrojadiza para el maltrato. Y porque ya ni siquiera tienes poder. El poder te lo daban los besos. Pero vete tú a saber en qué lugar del camino se te perdieron. O quizá los bebiste aquella noche que apostaste en la esquina equivocada que podrías hacer de mí lo que quisieras, con solo un beso. Tan seguro estabas de mi amor por ti,  que para atestiguarlo me cruzaste la cara con furia y tus botas dejaron barro en mi autoestima. Pero no estaré aquí cuando regreses. Y no busques ahogar de nuevo tu fracaso en alcohol;  me lo he embadurnado todo en las heridas.
Me llevo tan solo a los niños, que es todo lo que tengo. Bueno, no  voy a  mentirte, me llevo también una esperanza que tenía mucho tiempo, guardada, detrás de la puerta. Tú nunca la viste; y eso que la tenías tan cerca. Te  chocabas con ella cada vez que trastabillabas tus pies frente a mi miedo, y  reías cuando yo acallaba el ruido de un sollozo para que nadie supiera que nos estabas robando,  a mí, y a nuestros hijos, tantos besos; y demasiados días sin aquél que antes eras.  Tú, quédate el camaleón, la caña de pescar y tus manías.  ¡Ah!  También me llevo a los gatos; ellos son demasiado sutiles, para dejarlos con tu rudeza…

Tampoco tú busques mis besos por ninguna parte. He envuelto con ellos a los niños, cuando me han preguntado por ti  -son tan inocentes aún-, y les he dicho que papá se ha ido a la calle a encontrar besos, para perderlos. Pero que nosotros subiremos a un tren que no tiene parada hasta el nuevo destino. Se han abrazado a mí y  su alegría me ha sonado a libertad.
Aprende a hacerte la vida como puedas.


1 comentario:

  1. ¡¡¡OOOOOOLEEEEEEEEEEE, ÓOOOOOOOOOOLEEEEEE Y ÓOOOOOOOOOOLEEEEEE, MI NIIIÑAAA!!!

    (así, en MAYÚSCULAS, para que se VEA MEJOOOOR).

    ¡¡¡ENHORAABUEEEENAAA, BOMBÓOOOON!!!

    ABRAZOTES,

    Lola.

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