La calle se alfombra de pasos decididos que buscan el reclamo del día.
Hoy, es San Valentín.
Felicitas siempre pensó que no caería en la red que tienden los escaparates engalanados con flores, que se marchitan tras el primer deseo. No esperó nunca celebrar el amor, aunque ella siempre estuvo enamorada. De él, de ellos, de la vida… Nunca creyó que a un determinado día, fuera necesario hacerle regalos. Sólo con recibir y dar Amor, sería suficiente.
Mientras callejeaba la tarde, se paró frente a una tienda de Cupidos colgantes; que amenazaban con sus flechas los ojos que buscaban distraerse entre los corazones de papel pinocho, y suspendían su síncope ornamental reclamando corazones de carne enamorada. Rumiaba la soledad con la que se acompañaba, hablando, sin pronunciar palabra. Se decía que, a ella, el comercio de la felicidad no le importaba nada. De pronto le vio. Tras el mostrador, la sonrisa le atravesó la piel. Envolvía regalos a los enamorados que hacían cola para celebrar San Valentín. Por más que se negó, sus pies la desanduvieron, empujando la puerta.
Le llegó su turno. Pidió flores. Cuando él las envolvió, poniéndolas en sus manos, Felicitas se las regaló. Él, no la reconoció, ni recordó que fue su primer amor del que ella no se había olvidado.
Del libro "La Voz de los Días"
Carmen Callado.