La noticia de hoy me
conmueve. La imagen me deja un nudo en la garganta.
Su pelo hecho de
nieve, su poca ropa, su cara curtida por el viento, sus manos hostigadas por el
hielo, su pobreza caminando solitaria… Producen tristeza.
Pero pese a todo eso, la vida tiene paradojas insospechadas y hace que ante
situaciones incomprensibles, una, que se considera humana y poco sensiblera,
pero todo sensibilidad, se derrita de ternura ante la evidencia. Y no dejo de
asombrarme ante el corazón y la humildad de gente que, cuanto más pobre es, más
rica se vuelve en respeto a las normas, más cumple con su cometido (en el niño
ir al colegio). Pese a los 9 grados bajo cero, pese a no tener ni siquiera una
bufanda para ese cuello desnudo, ni una gorra para que no le traspase el hielo
las neuronas. Su abuela, lo envía a
cumplir con su deber de aprender, de no faltar a clase, pase lo que pase,
caigan chuzos de punta, los mismos que cuelgan del tejado, sin tejas, de su
chabola, y tener que caminar 4,5 km. diarios para no perderse, ni un día, una clase. Y una se pregunta, frente a la comodidad, mirando ese rostro aterido,
ese corazón sin pizca de hielo, que hay que ser muy grande en la miseria, y eso
le hace a un Ser, ser especial y le doy a esta imagen voz, porque hoy este
niño, de nieve, ha dado una lección inimaginable a todos los niños, hombres
y mujeres que, lejos de tener humildad, se regodean en lo que les sobra y me
hace recordar, el día a día, presenciando desganas, dejadez, desidia, ningún respeto por la oportunidad, por el trabajo, por las normas... De ver
los rostros de gente que se creen el centro del universo y solo saben de “sus”
derechos y para nada respetan sus deberes. Y siento asco, otra vez, y pena, y
hartazgo y un cansancio arrastrado de años se acumula bajo el frío desagrado de saber que hay
gente, demasiada, que no se merece ni el abrigo de un invierno.
Carmen Callado
La Voz de los Días.